NOMBRE: Lara 303
CANCIÓN: Revoluce
AÑO: 2012
PAÍS: Chequia
NOMBRE: Lara 303
CANCIÓN: Revoluce
AÑO: 2012
PAÍS: Chequia
NOMBRE: Poetikiss
CANCIÓN: Song in 60 seconds: Mood
AÑO: 2016
PAÍS: Estados Unidos
NOMBRE: Lejdi Ledi
CANCIÓN: Ja Sam
AÑO: 2012
PAÍS: Serbia
NOMBRE: Gemini Genesis
CANCIÓN: Set Me Free
AÑO: 2016
PAÍS: New Jersey, Estados Unidos
NOMBRE: Tice
CANCIÓN: So Oft
AÑO: 2016
PAÍS: Turquía/ Düsseldorf, Alemania
© Katja Kuhl
NOMBRE: Flash Marley
CANCIÓN: Eponyme
AÑO: 2016
PAÍS: Togo, Lomé
NOMBRE: Darya
CANCIÓN: Dokhtar Abi
AÑO: ?
PAÍS: Irán
NOMBRE: Sara BizanCe
CANCIÓN: Sahne ft. Fateh & CY
AÑO: 2016
PAÍS: Irán
NOMBRE: Venoos
CANCIÓN: Afsaneh
AÑO: ?
PAÍS: Irán
NOMBRE: Gloria Groove
CANCIÓN: Império
AÑO: 2016
PAÍS: Brasil
«A ver, ¿eres feminista y te gusta el rap? ¿Pero cómo es posible?» ¡Si supiera cuántas veces he oído esa frase!
Desde siempre, el rap y el hip hop han sido criticados por su sexismo. Con el racismo sistémico, el desprecio de clase y la ignorancia de esta cultura como telón de fondo, la sociedad dominante nos enseña que el rap es la peor música para las mujeres y las personas LGTB+. Sin embargo, me identifico como mujer, queer, feminista y blanca, y me gusta el rap. Todo un dilema.

Irónicamente, descubrí el feminismo a través del rap. Entre otras cosas. A finales de los años 90, en el instituto, bailaba hip hop de forma intensiva y escuchaba a muchas raperas estadounidenses: Queen Latifah, Missy Elliott, Salt N Pepa, MC Lyte, EVE, Lauryn Hill, Da Brat, Lady of Rage, Bahamadia, Rah Digga, Lil’ Kim, Foxy Brown…..
Me fascinaba su libertad, su impertinencia y su manera directa de hablar de ciertas temáticas, como la sexualidad y la independencia financiera de las mujeres, el aborto, las violencias físicas y sexuales y, por supuesto, ¡el clítoris, cuya existencia descubrí gracias a Lil’ Kim y su tema «Not Tonight»! Temas de los que nunca había oído hablar en otro sitio.
Después profundicé en el tema en la universidad. En el marco de mis estudios de inglés, me especialicé en feminismo afroamericano y en los movimientos de los derechos civiles en Estados Unidos. Descubrí el libro When Chickenheads Come Home to Roost de la escritora y periodista estadounidense Joan Morgan, en el que habla de «hip hop feminism«. Me sentí totalmente identificada con este término. Para mí, la conexión entre ambos era evidente.
Pero muy pronto me hicieron entender que el hip hop y el feminismo eran incompatibles y que tenía que elegir un bando. Si quería ser creíble como defensora de los derechos de las mujeres, tenía que atacar duramente al rap. Y si aun así lo escuchaba a escondidas, como mi sucio secretito de cómplice oculta del patriarcado, me rogaban que quemara todos mis vinilos, y que destruyera mis playlists para sustituirlos por música decente. Las Spice Girls, Taylor Swift o Patti Smith servirían.
Mientras que a los amantes del hip hop nunca les importó que fuera feminista, otros no dejaban de sermonearme sobre cómo una feminista que se respete no podría vivir con semejante contradicción. Empecé a cuestionarme el origen de este amor conflictivo, algo que la directora estadounidense Ava DuVernay resumió en un tuit:
«Ser una mujer que ama el hip hop a veces es como estar enamorada de tu abusador. Porque la música era y es eso. Y, sin embargo, la cultura es nuestra».

¿Me estaré engañando a mí misma? ¿Habré interiorizado el sexismo sin darme cuenta? Y, lo que es más importante,
¿por qué se considera que las chicas que crecieron escuchando a los Red Hot Chili Peppers, viendo pelis de Polanski y leyendo a Bukowski son automáticamente «mejores» feministas que yo?
A ver, seamos sinceros: no se puede negar que el rap es un mundillo machista, sexista y, para colmo, LGBTfóbico. No voy a dorar la píldora, las cosas como son. Un estudio de 2009 demuestra que entre el 22% y el 37% de las letras de rap son misóginas, y el 67% de las canciones cosifican sexualmente a las mujeres.
Innumerables letras de rap, sobre todo las de la era del gangsta rap, normalizan la cultura de la violación y, para colmo, glorifican la violencia de género. A finales de los 80 y 90, NWA echó más leña al fuego glorificando la imagen caricaturesca de «thugs» hipermasculinos con cochazos, tías en pelotas sumisas, pasta a espuertas y un ego que no cabía por la puerta.
La infame frase de Dr. Dre «If a bitch tries to diss me while I’m full of liquor, I smack the bitch up and shoot the n**** that’s with her,» es un claro ejemplo de ello. Eso sí, también hay que decir que los de Compton denunciaban la brutalidad policial, el racismo sistémico, la violencia y la pobreza.
La cuestión no se limita a la escena estadounidense. En todo en mundo, raperos han sido señalados por sus letras misóginas, que frecuentemente denigran a las mujeres, celebran la agresión sexual y refuerzan estereotipos perjudiciales.
Es fundamental entender que este abuso verbal no está aislado. Refleja directamente el trato que reciben las mujeres en nuestra sociedad en general. La escritora y activista bell hooks señala acertadamente que, si bien los hombres negros deben rendir cuentas por su sexismo, siempre debemos proporcionar contexto:
«Sin duda, los hombres negros, jóvenes y viejos, deben rendir cuentas políticas por su sexismo. Sin embargo, esta crítica siempre debe contextualizarse o corremos el riesgo de hacer que parezca que los comportamientos que este pensamiento apoya y condona –violación, violencia masculina contra las mujeres, etc.– son cosa de hombres negros. Y esto es lo que está sucediendo. Se obliga a los jóvenes negros a ‘pagar el pato’ por fomentar, a través de su música, el odio y la violencia contra las mujeres, que es un elemento central del patriarcado».
Es importante destacar que no todo el hip hop perpetúa esta narrativa. Muchos artistas masculinos, tanto en Estados Unidos como en Francia –junto con artistas canadienses como Shad– ofrecen perspectivas diferentes, rechazando los estereotipos tradicionales del poder masculino. Talib Kweli, Common, Médine y Youssoupha, por ejemplo, ofrecen representaciones más respetuosas y complejas de las mujeres en su música.
Muchas mujeres en el hip hop transmiten mensajes abiertamente feministas y empoderadores.
Desde pioneras como Queen Latifah, Missy Elliott o Lauryn Hill hasta artistas contemporáneas como Cardi B, Nicki Minaj, Megan Thee Stallion o Latto , por nombrar solo algunas. Estas mujeres utilizan sus plataformas para abordar cuestiones de igualdad de género, positividad corporal y derechos de la mujer.
MC Lyte incluso llegó a calificar a Fetty Wap de feminista por su tema «Trap Queen»: «Está siendo bastante valiente con lo que presenta en su música, porque realmente no es lo normal«.
Navegar por las complejidades del sexismo en la música rap requiere un enfoque matizado, ya que el mensaje no siempre es inequívoco. Tomemos el caso de 2Pac, por ejemplo. Si bien elogió a las mujeres en temas como «Wonda Why They Call U Bitch», «Keep Ya Head Up» y «Never Call U Bitch Again», su condena por agresión sexual proyecta una sombra y dificulta que las feministas reconcilien su música.
Drake se enfrenta a un escrutinio similar. A menudo se presenta como un defensor de las mujeres, pero rapea en «Paris Morton Music»: «Odio llamar ‘zorras’ a las mujeres, pero a las zorras les encanta», creando una desconexión chocante.
Sin embargo, es fundamental reconocer que el rap no es el único género musical sexista. Su uso de un lenguaje directo y explícito simplemente pone el problema en primer plano, haciéndolo más visible.
Otros géneros a menudo emplean formas de sexismo más sutiles, convencionales y, podría decirse, más insidiosas que en gran medida no se cuestionan.
Una mirada más profunda a la música popular revela que la misoginia no se limita al rap.
Estos ejemplos demuestran que las representaciones problemáticas de las mujeres están muy extendidas en todos los géneros musicales, lo que exige una conversación más amplia sobre el sexismo en la música en su conjunto.
Esto no es solo un problema dentro del panorama musical estadounidense. En Francia, se pueden encontrar ejemplos igualmente preocupantes de misoginia y violencia contra las mujeres en la obra de artistas populares e influyentes como Michel Delpech, Georges Brassens, Julien Clerc y Michel Sardou.
Entonces, surge la pregunta: ¿por qué nos ofenden más las letras de rap que estos otros casos igualmente problemáticos? Una explicación probable reside en el hecho de que el hip hop ha sido históricamente marginado y examinado a través de una lente de racismo y clasismo.
Cuando hombres blancos «respetables» promueven lo que se percibe como una forma aceptable de masculinidad en su música, a menudo se les considera iconos culturales. Aplaudimos a estos artistas populares por expresar sus deseos sexuales, incluso cuando esos deseos objetivan a las mujeres y hacen caso omiso de la cuestión del consentimiento, precisamente porque se presenta dentro de la apariencia del romanticismo y las canciones de amor.
Como consecuencia, interiorizamos estos estereotipos dañinos. Estamos condicionados a ver a estos cantantes convencionales como caballeros, mientras que descartamos a los raperos como delincuentes de mente estrecha, misóginos, capitalistas o incultos.
Este prejuicio arraigado nos impide examinar críticamente el sexismo en todos los géneros musicales y perpetúa prejuicios dañinos contra la cultura hip hop.
Como feminista y activista, me atrae sin complejos la energía bruta, el lenguaje implacable y las narrativas poderosas de artistas como Nicki Minaj, Cardi B, Glorilla o Young MA. Su música resuena en mí de una manera que los sonidos higienizados de Ed Sheeran o Maroon 5 simplemente nunca podrían. Esto no es solo una preferencia; es una fuente de empoderamiento.
Para mí, el feminismo significa tomar decisiones conscientes: elegir mis batallas, elegir las voces que amplifico y asumir mis propias contradicciones.
Dentro del hip hop, encuentro un ecosistema vibrante de representación femenina diversa que está dolorosamente ausente en otros lugares. ¿En qué otro lugar puedo ver a mujeres de todos los orígenes –que representan un caleidoscopio de orígenes, edades, clases, religiones, orientaciones sexuales, identidades de género y tipos de cuerpo– hablando con franqueza y sin miedo sobre todo, desde su propio placer sexual y la positividad corporal hasta las duras realidades de la violencia doméstica, las desigualdades sistémicas, los problemas urgentes de la política y la brutalidad policial, y las fuerzas omnipresentes del racismo, el sexismo, la LBTfobia e incluso las intrincadas consideraciones éticas que rodean a las Tecnologías de Reproducción Asistida?
Ciertamente no en los mundos a menudo homogéneos del rock, el pop o la canción francesa. En Francia, especialmente, el rap se erige como un espacio singularmente vital, que ofrece una plataforma donde las mujeres pueden contar libremente sus historias, sin filtros. Por eso soy feminista. Por eso siempre me gustará el rap. No es solo música; es una revolución en sonido.
Una versión abreviada de este artículo se publicó en francés en Le Huffington Post: aquí.
NOMBRE: Ms Banks
CANCIÓN: The Get Back
AÑO: 2015
PAÍS: Londres, Reino Unido
NOMBRE: ライムベリ(Raimuberi)
CANCIÓN: Bring It Down
AÑO: 2016
PAÍS: Japón
Conocido por revolucionar la escena hip hop de los años 90 con el grupo Kabal y posteriormente en solitario, D’ de Kabal se sitúa al margen del rap estereotipado y aséptico. El músico, slammer, actor y director nos ha hablado de su trayectoria y de sus proyectos en torno a la masculinidad y el papel de los hombres en la concretización del feminismo.
¿Cuándo y cómo empezaste a rapear?
Empecé a rapear a los 19 años, al salir de un concierto de Assassin. Era en 1993, durante su gira «Le futur que nous réserve-t-il ?». Fui a verlos con un compañero, Djamal, y nos quedamos alucinados. En aquella época estaban Rockin’ Squat, Solo, Doctor L a la batería y Dee Nasty a los platos. Nos dijimos que teníamos que formar un grupo de rap. Así que montamos Kabal. Conocimos a Assassin y conectamos muy bien.
En la gira siguiente, estuvimos con ellos en el escenario y produjeron uno de nuestros EP en 1996. Pasamos dos años maravillosos a su lado, lo que nos permitió tener inmediatamente un gran impacto en Francia en una época en la que aún no existía Internet.
Por otra parte, también puedo añadir que, cuando era más joven, me encantaban las redacciones en francés y, para mí, el rap era una forma de continuar con mi amor por la escritura y expresarlo oralmente.
¿Qué artistas escuchabas?
En aquella época escuchaba todo lo que salía. Los primeros álbumes de NTM, Timide & Sans Complexe, Ministère A.M.E.R., los Little… Comprabamos todo lo que salía en rap francés. Por lo que recuerdo, mis primeras emociones fueron Eric B & Rakim, LL Cool J, todos esos tíos.
¿Y mujeres?
Muy pocas. En aquella época estaban MC Lyte, Queen Latifah, Yo-Yo, y más tarde Foxy Brown, Lil’ Kim, Missy Elliott. En Francia, me enamoré de Saliha cuando sacó su primer tema. También de Melaaz, estábamos muy orgullosos cuando la invitamos al álbum de Kabal. Más tarde, Princess Anies y Sté Strausz. Conocí a Nina Miskina, que me impactó mucho. Una chica superhardcore y con mucho carisma… Casey, un poco mi hermana literaria, nos conocemos bien y nos respetamos mutuamente.
Tu música ha evolucionado rápidamente y has multiplicado proyectos muy diversos…
Muy pronto conocí a músicos de jazz. Aunque solo llevaba cuatro o cinco años rapeando, me encontré tocando con Marc Ducret, Hélène Labarrière o Benoît Delbecq, figuras destacadas de la escena jazzística improvisada en Francia. Me dije que debía ser hábil con las palabras, al igual que ellos lo eran con sus instrumentos.
Cuando preparábamos el primer álbum de Kabal, Djamal y yo decidimos subir al escenario con músicos en directo. Formamos un equipo increíble con DJ Toty, Skalp, un guitarrista de rock, Professor K, un bajista de música afro, y Franck Vaillant, un baterista de jazz. Empezamos a improvisar juntos regularmente y eso amplió mi abanico de posibilidades.
La gira que hicimos con Assassin entre 1995 y 1997 nos permitió conocer a mucha gente y enfrentarnos a su mirada. Salí de esa gira pensando que no quería parecer una especie de guerrero despiadado que come bio, no mete la pasta en el banco, no compra Nike y no bebe Coca-Cola. Quería encontrar otra verdad y demostrar que era más complejo que eso.
Todo eso condicionó mi trabajo en mi primer álbum en solitario. Intenté despistar un poco con temas humorísticos, raros y completamente disparatados, que me daban la posibilidad de ir donde quisiera. Después trabajé en otros proyectos, como La théorie du K.O. y Spoke Orkestra, que me permitieron evolucionar. Siempre he querido hacer muchas cosas a la vez.
¿Cómo diste tus primeros pasos en el teatro?
Fue un poco por casualidad. En 1998 conocí al autor Mohamed Rouabhi, que me hizo actuar en algunas obras. Al principio interpretaba siluetas o papeles musicales. Los textos eran brutales, era teatro comprometido, aunque hoy en día ese término esté muy manido. Después me dirigió Stéphanie Loïk y actué con Hassane Kouyaté , quien un día me preguntó si había escrito alguna vez para el teatro.
Lo tomé como un reto y pensé que era como escribir rap, pero más largo. Escribí mi primera obra y eso fue lo que me impulsó. Desde entonces, no he vuelto a parar.
En 2005, creé mi compañía R.I.P.O.S.T.E. y me di cuenta de que había un espacio poco explotado en el teatro francés que quería ocupar. Hoy en día, escribo, dirijo y actúo. Me gusta trabajar en colaboración con otras personas, sobre todo en la dirección. Mis espectáculos suelen ser muy musicales y me encanta la idea de trabajar transformando materiales.
¿Cuándo y cómo desarrollaste una «conciencia feminista»?
Siempre he hecho canciones que hablaban de estos temas. Hay gente que es antisexista pero racista, antirracista pero homófoba… Eso me molestó mucho desde el principio. Mi reflexión sobre las mujeres surgió de ahí. Además, me parecía que era el tema más complejo que podía abordar como hombre.
Una vez, mi madre hizo unos comentarios homófobos delante de mí y la eché de casa. Para mí, eso es estar comprometido. El compromiso posturista es un negocio, pero estar comprometido en tu día a día con tus seres queridos es diferente. Regularmente, tomo posición y hago lo que yo llamo «actualizaciones» con respecto a mi entorno, y eso aclara las cosas, crea fricciones.
Eso es lo que cuento en la canción PUNCHLÎNE: no es muy valiente decirse «autor comprometido» y no tratar temas que molestan. Cuando hablo de temas que molestan, pienso en temas que molestan a nuestros seres queridos. Muchos raperos se consideran revolucionarios y pretenden tener una pluma mordaz, pero nunca hablan de homofobia o sexismo. O bien es porque no hay en su entorno, lo que me sorprendería, o bien hay, pero deciden no abordarlo. Y en ese caso, me plantea un problema.
¿Te defines como feminista? Si es así, ¿cómo se percibe esto?
Me considero feminista o pro-feminista, ambos términos me parecen adecuados. Tengo amigas feministas que me dicen que no puedo reivindicar ese término porque soy hombre. Pero como soy un hombre de palabras, cuando me dicen que no puedo decir algo, me entra por un oído y me sale por el otro. Es como cuando la gente me dice que no hago rap, no me molesta y lo entiendo. Porque mi música es muy particular. Soy humanista, porque eso lo abarca todo.
El rap suele presentarse como el género musical más sexista. ¿Qué opinas al respecto?
Hay sexismo en el rap, y yo lo combato, pero el rap no es más sexista que la sociedad. Si antes de atacar el sexismo en el rap, la gente luchara contra el sexismo en la política, en la publicidad y en toda la sociedad, no me molestaría. Conozco a personas que luchan en todos los frentes, todo el año, y acepto sus críticas. No jerarquizan las luchas.
En cambio, la gente de mala fe que dice que el rap es la música más sexista del mundo, eso no es posible. ¿Se le pide al rap que sea más limpio que el mundo que lo ha creado? Es una forma de estigmatizar una vez más a las clases populares, cuando el resto de la sociedad es misógina. Me parece una auténtica tomadura de pelo.
¿Cómo reaccionan los hombres ante tu trabajo?
Recibí comentarios bastante sorprendentes sobre mi obra L’homme-femme, les mécanismes invisibles, estrenada en 2015. Un octogenario que había visto el espectáculo en Avignon me dijo algo muy bonito: «Es un discurso desconocido que he reconocido». Son este tipo de comentarios tan conmovedores los que me animan a seguir explorando el tema.
¿Cuáles son tus proyectos por veni?
Acabo de sacar el mixtape de siete temas FB (Faces B) Saturation. Este proyecto surgió de las ganas de rapear sobre instrumentales estadounidenses. El mixtape recoge posts de Facebook remodelados o nunca publicados. Me divertía dar vida musical a estos escritos públicos y trabajar en esta transformación. Creo que lo haré con regularidad porque me gusta volver al estudio, aunque no tengo ganas de volver a grabar un álbum de rap.
También tengo mi proyecto Trioskyzophony, un grupo de hip hop vocal improvisado que lancé hace cuatro años. Es un colectivo flexible que existe en tres versiones diferentes y organizamos Clubs de Micrófono, donde tocamos en directo y recibimos a invitados.
En junio, monté mi obra de teatro Fêlures, un tríptico sobre lo femenino y lo masculino.
También puse en marcha los «Laboratorios de deconstrucción y revalorización de lo masculino a través del arte y lo sensible«, grupos de reflexión masculinos que tendrán como objetivo identificar, cuestionar y combatir el sexismo y los mecanismos de dominación masculina. Nos reuniremos dos veces al mes en Bobigny y Villetaneuse para sesiones gratuitas de 2 o 3 horas. Los hombres que quieran inscribirse pueden ponerse en contacto conmigo a través de mi página de Facebook.
Este proyecto surgió cuando me di cuenta de que la sociedad situaba al hombre en un lugar, sin reflexionar ni debatirlo, como un reflejo gregario. Me dejó alucinado. Hablando con mis allegados, me di cuenta de que había un área de reflexión en la que nadie se adentraba. Me interesó y empecé a trabajar personalmente en mí mismo.
Soy antillano, descendiente de esclavos y vivo en Francia. Puedo hablar del racismo como víctima potencial. Entonces me pregunté qué sentiría al ponerme en la piel del agresor potencial en ciertas cuestiones. Inmediatamente pensé en la violencia de género s y profundicé en el tema. Fue apasionante reflexionar sobre el discurso que quería esculpir y los pensamientos que quería transmitir. Mi forma de trabajar consiste realmente en reflexionar, traducir esa reflexión en palabras y transmitirla.
¿Qué opinas de Madame Rap? ¿Hay algo que cambiarías o mejorarías?
Quizás sería interesante tener vídeos en directo de raperas. Me parece un concepto genial. Como me gusta mucho la idea de dar visibilidad a las mujeres, sobre todo en mis Microphone Clubs, ¡esto es una mina de oro y estoy muy contento!
Sigue a D’ de Kabal en YouTube.
© Alma
NOMBRE: Maily Frsh
CANCIÓN: Repulsión
AÑO: 2016
PAÍS: Cuernavaca, México
NOMBRE: Bad Gyal
CANCIÓN: Mercadona
AÑO: 2016
PAÍS: España
NOMBRE: Ébène
CANCIÓN: Fesnga Sama Xol
AÑO: 2016
PAÍS: Nuakchot, Mauritania
NOMBRE: Barf Troop
CANCIÓN: Martians
AÑO: 2015
PAÍS: Estados Unidos