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D’ de Kabal: «Muchos raperos se consideran revolucionarios pero nunca hablan de homofobia o sexismo»

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Conocido por revolucionar la escena hip hop de los años 90 con el grupo Kabal y posteriormente en solitario, D’ de Kabal se sitúa al margen del rap estereotipado y aséptico. El músico, slammer, actor y director nos ha hablado de su trayectoria y de sus proyectos en torno a la masculinidad y el papel de los hombres en la concretización del feminismo.

¿Cuándo y cómo empezaste a rapear?

Empecé a rapear a los 19 años, al salir de un concierto de Assassin. Era en 1993, durante su gira «Le futur que nous réserve-t-il ?». Fui a verlos con un compañero, Djamal, y nos quedamos alucinados. En aquella época estaban Rockin’ Squat, Solo, Doctor L a la batería y Dee Nasty a los platos. Nos dijimos que teníamos que formar un grupo de rap. Así que montamos Kabal. Conocimos a Assassin y conectamos muy bien.

En la gira siguiente, estuvimos con ellos en el escenario y produjeron uno de nuestros EP en 1996. Pasamos dos años maravillosos a su lado, lo que nos permitió tener inmediatamente un gran impacto en Francia en una época en la que aún no existía Internet.

Por otra parte, también puedo añadir que, cuando era más joven, me encantaban las redacciones en francés y, para mí, el rap era una forma de continuar con mi amor por la escritura y expresarlo oralmente.

¿Qué artistas escuchabas?

En aquella época escuchaba todo lo que salía. Los primeros álbumes de NTM, Timide & Sans Complexe, Ministère A.M.E.R., los Little… Comprabamos todo lo que salía en rap francés. Por lo que recuerdo, mis primeras emociones fueron Eric B & Rakim, LL Cool J, todos esos tíos.

¿Y mujeres?

Muy pocas. En aquella época estaban MC Lyte, Queen Latifah, Yo-Yo, y más tarde Foxy Brown, Lil’ Kim, Missy Elliott. En Francia, me enamoré de Saliha cuando sacó su primer tema. También de Melaaz, estábamos muy orgullosos cuando la invitamos al álbum de Kabal. Más tarde, Princess Anies y Sté Strausz. Conocí a Nina Miskina, que me impactó mucho. Una chica superhardcore y con mucho carisma… Casey, un poco mi hermana literaria, nos conocemos bien y nos respetamos mutuamente.

Tu música ha evolucionado rápidamente y has multiplicado proyectos muy diversos…

Muy pronto conocí a músicos de jazz. Aunque solo llevaba cuatro o cinco años rapeando, me encontré tocando con Marc Ducret, Hélène Labarrière o Benoît Delbecq, figuras destacadas de la escena jazzística improvisada en Francia. Me dije que debía ser hábil con las palabras, al igual que ellos lo eran con sus instrumentos.

Cuando preparábamos el primer álbum de Kabal, Djamal y yo decidimos subir al escenario con músicos en directo. Formamos un equipo increíble con DJ Toty, Skalp, un guitarrista de rock, Professor K, un bajista de música afro, y Franck Vaillant, un baterista de jazz. Empezamos a improvisar juntos regularmente y eso amplió mi abanico de posibilidades.

La gira que hicimos con Assassin entre 1995 y 1997 nos permitió conocer a mucha gente y enfrentarnos a su mirada. Salí de esa gira pensando que no quería parecer una especie de guerrero despiadado que come bio, no mete la pasta en el banco, no compra Nike y no bebe Coca-Cola. Quería encontrar otra verdad y demostrar que era más complejo que eso.

Todo eso condicionó mi trabajo en mi primer álbum en solitario. Intenté despistar un poco con temas humorísticos, raros y completamente disparatados, que me daban la posibilidad de ir donde quisiera. Después trabajé en otros proyectos, como La théorie du K.O. y Spoke Orkestra, que me permitieron evolucionar. Siempre he querido hacer muchas cosas a la vez.

¿Cómo diste tus primeros pasos en el teatro?

Fue un poco por casualidad. En 1998 conocí al autor Mohamed Rouabhi, que me hizo actuar en algunas obras. Al principio interpretaba siluetas o papeles musicales. Los textos eran brutales, era teatro comprometido, aunque hoy en día ese término esté muy manido. Después me dirigió Stéphanie Loïk y actué con Hassane Kouyaté , quien un día me preguntó si había escrito alguna vez para el teatro.

Lo tomé como un reto y pensé que era como escribir rap, pero más largo. Escribí mi primera obra y eso fue lo que me impulsó. Desde entonces, no he vuelto a parar.

En 2005, creé mi compañía R.I.P.O.S.T.E. y me di cuenta de que había un espacio poco explotado en el teatro francés que quería ocupar. Hoy en día, escribo, dirijo y actúo. Me gusta trabajar en colaboración con otras personas, sobre todo en la dirección. Mis espectáculos suelen ser muy musicales y me encanta la idea de trabajar transformando materiales.

¿Cuándo y cómo desarrollaste una «conciencia feminista»?

Siempre he hecho canciones que hablaban de estos temas. Hay gente que es antisexista pero racista, antirracista pero homófoba… Eso me molestó mucho desde el principio. Mi reflexión sobre las mujeres surgió de ahí. Además, me parecía que era el tema más complejo que podía abordar como hombre.

Una vez, mi madre hizo unos comentarios homófobos delante de mí y la eché de casa. Para mí, eso es estar comprometido. El compromiso posturista es un negocio, pero estar comprometido en tu día a día con tus seres queridos es diferente. Regularmente, tomo posición y hago lo que yo llamo «actualizaciones» con respecto a mi entorno, y eso aclara las cosas, crea fricciones.

Eso es lo que cuento en la canción PUNCHLÎNE: no es muy valiente decirse «autor comprometido» y no tratar temas que molestan. Cuando hablo de temas que molestan, pienso en temas que molestan a nuestros seres queridos. Muchos raperos se consideran revolucionarios y pretenden tener una pluma mordaz, pero nunca hablan de homofobia o sexismo. O bien es porque no hay en su entorno, lo que me sorprendería, o bien hay, pero deciden no abordarlo. Y en ese caso, me plantea un problema.

¿Te defines como feminista? Si es así, ¿cómo se percibe esto?

Me considero feminista o pro-feminista, ambos términos me parecen adecuados. Tengo amigas feministas que me dicen que no puedo reivindicar ese término porque soy hombre. Pero como soy un hombre de palabras, cuando me dicen que no puedo decir algo, me entra por un oído y me sale por el otro. Es como cuando la gente me dice que no hago rap, no me molesta y lo entiendo. Porque mi música es muy particular. Soy humanista, porque eso lo abarca todo.

El rap suele presentarse como el género musical más sexista. ¿Qué opinas al respecto?

Hay sexismo en el rap, y yo lo combato, pero el rap no es más sexista que la sociedad. Si antes de atacar el sexismo en el rap, la gente luchara contra el sexismo en la política, en la publicidad y en toda la sociedad, no me molestaría. Conozco a personas que luchan en todos los frentes, todo el año, y acepto sus críticas. No jerarquizan las luchas.

En cambio, la gente de mala fe que dice que el rap es la música más sexista del mundo, eso no es posible. ¿Se le pide al rap que sea más limpio que el mundo que lo ha creado? Es una forma de estigmatizar una vez más a las clases populares, cuando el resto de la sociedad es misógina. Me parece una auténtica tomadura de pelo.

¿Cómo reaccionan los hombres ante tu trabajo?

Recibí comentarios bastante sorprendentes sobre mi obra L’homme-femme, les mécanismes invisibles, estrenada en 2015. Un octogenario que había visto el espectáculo en Avignon me dijo algo muy bonito: «Es un discurso desconocido que he reconocido». Son este tipo de comentarios tan conmovedores los que me animan a seguir explorando el tema.

¿Cuáles son tus proyectos por veni?

Acabo de sacar el mixtape de siete temas FB (Faces B) Saturation. Este proyecto surgió de las ganas de rapear sobre instrumentales estadounidenses. El mixtape recoge posts de Facebook remodelados o nunca publicados. Me divertía dar vida musical a estos escritos públicos y trabajar en esta transformación. Creo que lo haré con regularidad porque me gusta volver al estudio, aunque no tengo ganas de volver a grabar un álbum de rap.

También tengo mi proyecto Trioskyzophony, un grupo de hip hop vocal improvisado que lancé hace cuatro años. Es un colectivo flexible que existe en tres versiones diferentes y organizamos Clubs de Micrófono, donde tocamos en directo y recibimos a invitados.

En junio, monté mi obra de teatro Fêlures, un tríptico sobre lo femenino y lo masculino.

También puse en marcha los «Laboratorios de deconstrucción y revalorización de lo masculino a través del arte y lo sensible«, grupos de reflexión masculinos que tendrán como objetivo identificar, cuestionar y combatir el sexismo y los mecanismos de dominación masculina. Nos reuniremos dos veces al mes en Bobigny y Villetaneuse para sesiones gratuitas de 2 o 3 horas. Los hombres que quieran inscribirse pueden ponerse en contacto conmigo a través de mi página de Facebook.

Este proyecto surgió cuando me di cuenta de que la sociedad situaba al hombre en un lugar, sin reflexionar ni debatirlo, como un reflejo gregario. Me dejó alucinado. Hablando con mis allegados, me di cuenta de que había un área de reflexión en la que nadie se adentraba. Me interesó y empecé a trabajar personalmente en mí mismo.

Soy antillano, descendiente de esclavos y vivo en Francia. Puedo hablar del racismo como víctima potencial. Entonces me pregunté qué sentiría al ponerme en la piel del agresor potencial en ciertas cuestiones. Inmediatamente pensé en la violencia de género s y profundicé en el tema. Fue apasionante reflexionar sobre el discurso que quería esculpir y los pensamientos que quería transmitir. Mi forma de trabajar consiste realmente en reflexionar, traducir esa reflexión en palabras y transmitirla.

¿Qué opinas de Madame Rap? ¿Hay algo que cambiarías o mejorarías?

Quizás sería interesante tener vídeos en directo de raperas. Me parece un concepto genial. Como me gusta mucho la idea de dar visibilidad a las mujeres, sobre todo en mis Microphone Clubs, ¡esto es una mina de oro y estoy muy contento!

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© Alma

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